martes, 26 de febrero de 2013

12|||27.02.92


Vivía y dormía en la misma habitación que mi mejor amiga. Hablábamos diario, nos divertíamos juntas, sonreíamos juntas, hacíamos deporte y comíamos juntas. Asistíamos al mismo grupo de clase, incluso estudiábamos en la misma mesa de biblioteca. Me platicaba de sus problemas, y veía como las cosas se iban complicando pero nunca creía capas que ella, una persona a quien consideraba tan genial... tuviera esa idea tan drástica de poner fin a su vida. Un fin de semana cuando fue a visitar a su familia el primer intento llegó, y terminó en un hospital. Me enteré el lunes y mi reacción desencadenó en shock. De inmediato mis tutores y quienes se encargaban de nuestro cuidado me enviaron a la sala de psicología para explicarme debidamente lo sucedido. Luego llegaron preguntas a mi persona para descubrir el motivo... creían que yo sabía lo que pasaba, puede que lo supiera pero nunca consideré el hecho de que ella llegara a cosas como esas, pues problemas tenemos todos y ella al terminar de hablar de sus problemas me daba un abrazo y sonreía... Yo confié en su sonrisa y creí que todo estaría bien y sería tan fuerte como solía demostrarlo diario físicamente. Por el tiempo que la dejaron irse del hospital, la dejaron en casa de sus padres... el segundo intento ocurrió y la enviaron a una sala especial. Al día siguiente me avisaron, quise ir a visitarla no me dejaron... tomaron mi celular y dijeron "Si tienes su número aquí, por favor bórrelo .. no queremos que ella termine enfermándote a ti también." Mis secciones con la psicóloga continuaron, y las actividades que debía afrontar en esa institución siguieron de la misma forma, solo que esta vez yo continuaba acompañada por compañeros, mas no con ella. 


Meses más tarde ella aparece en el instituto, parecía recuperada todas nuestras compañeras y compañeros corrieron a ella abrazándola y preguntando como estaba. Yo fui la única que no pudo moverse de donde se hallaba parada. No sabía que hacer, qué decirle. Me dijeron que ella lo primero que hizo fue preguntar por mi. Esa noche no pudimos compartir la habitación, pues otra chica se había mudado conmigo porque decía que yo era muy divertida y confiable. Esa misma noche, mientras todas dormíamos, ella hizo el tercer intento en el baño y con un compás. Nunca más regresó al instituto. Su número fue borrado inmediatamente de mi agenda y no supe más de ella. ¿Cómo me siento hoy?... Respecto a eso me siento mal, siento que le fallé a alguien que era importante para mi. Siento que fui influenciada por los demás... ¿qué tal si yo hubiera estado con ella, hablándole, demostrando mi apoyo y haciéndola reír de verdad? Podría haber mejorado de verdad?... Desde entonces solo pienso en poner mi máximo en esas amistades que voy formando, tratando de hacerles reír de verdad y tratando de ver detrás de sus sonrisas. Esa amiga me enseñó que no todas las sonrisas son tan bonitas como se ven... No quiero fallarle a nadie más.


Ahora puedo comprender el sentimiento de pérdida. Comprendo mejor una sonrisa. Escucho con más atención las palabras. Aprecio más esas amistades que han decidido quedarse a mi lado sin interés. Valoro lo que tengo y me esfuerzo por ir a más. Quiero seguir creciendo y mejorar como persona.